2° Juan



Pasaje

“Y este es el amor, que andemos según sus mandamientos. Este es el mandamiento: que andéis en amor, como vosotros habéis oído desde el principio” (1:6)


Oración

Oro que el Amor de Cristo, está presente en mi vida a través de lo que hago.


Declaración

Juan dirige su segunda epístola “a la señora elegida y a sus hijos”, No señala a una persona, sino que es la personificación de la iglesia local. “Sus hijos” serían los miembros de esa iglesia, y “los hijos” de su “hermana elegida” serían los miembros de la iglesia local en el lugar desde el cual Juan escribe. Juan escribió las tres epístolas que llevan su nombre alrededor del año 90 d.C., poco después de que fue escrita 1 Juan.

Desarrollo

La segunda carta de Juan está dedicada a la relación entre la verdad cristiana y la hospitalidad ofrecida a los maestros que viajaban de iglesia en iglesia. A veces se abusaba de esa hospitalidad. Falsos maestros, estaban confundiendo a la comunidad de creyentes. De ahí que Juan impartiera instrucciones sobre a cuáles maestros itinerantes debían recibir y a cuáles rechazar. Los cristianos genuinos, quienes podían ser reconocidos por lo radical de su mensaje (v. 10), eran dignos de ayuda; pero los maestros de herejías, especialmente aquellos que negaban la encarnación (v. 7), debían ser rechazados. Juan elogia a la “señora elegida” por andar en la verdad.

Reflexión

El mensaje de Juan no está circunscrito a su época, debido a que esas enseñanzas que denuncia continúan amenazando la estabilidad de la Iglesia. La epístola nos recuerda que debemos recibir a Jesús como el Hijo de Dios, no como un hijo de Dios o como un Dios poderoso. Juan advierte sobre aquellos que van más allá de la doctrina de Cristo al aceptar nuevas enseñanzas y dejar atrás la doctrina apostólica (v. 9). Recibir a tales personas es identificarse con sus malas obras (v. 11) y ponen en riesgo la fe (v. 8).

Nuestro mundo está lleno de sus palabras: canciones populares, tarjetas de felicitación, consejeros de los medios de comunicación y novelas románticas. Todos ellos nos inundan de nociones y sueños de relaciones y sentimientos idílicos huecos. El verdadero amor, sin embargo, es escaso: desinteresado, solícito, atento, generoso y dispuesto a morir si fuera necesario. Anhelamos amar y ser amados, pero vemos muy pocos ejemplos vivientes de verdadero amor. Son muchos los que acumulan, se apoderan de lo que pertenece a los demás y están al acecho de ser el “número uno”.

Cristo es la antítesis de los valores que prevalecen en la sociedad como la falsedad y el egocentrismo, porque Él es la verdad y el amor en persona. Por lo tanto, todo el que afirma que es fiel a Él debe estar dedicado a esos ideales: seguir y vivir la verdad, reflejar amor y actuar con amor a los demás.

El apóstol pudo ver la verdad y el amor de primera mano; había estado con Jesús. Tanto impresionó a este discípulo que todos sus escritos, desde el Evangelio según San Juan hasta el libro de Apocalipsis, están llenos de ese tema. La verdad y el amor son esenciales para el cristiano y son inseparables en la vida cristiana. La segunda carta de Juan, no es diferente. Juan le dice que debe seguir la verdad y obedecer a Dios (v. 4), tener cuidado de los falsos maestros (v. 7) y amar a Dios y a sus semejantes (v. 6).