Colosenses



Pasaje

“Porque en Él habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad, y vosotros estáis completos en Él, que es la cabeza de todo principado y potestad.” (2:9)


Oración

Te adoro hoy, Dios mío y lo confieso una vez más: ¡Jesucristo es el Señor!


Declaración

Alrededor del 60 d.C., mientras Pablo se hallaba preso en Roma, escribió ésta carta, con el propósito de alentar y fortalecer a los creyentes del lugar y fortalecer el vínculo con una iglesia que nunca había visitado.

Desarrollo

Pablo nunca visitó Colosas (2:1). Durante sus tres años de ministerio en Éfeso, toda Asia, oyó el evangelio (Hch 19:10). Uno de los convertidos por Pablo en Éfeso fue un hombre llamado Epafras, cuya residencia estaba en Colosas. Epafras llevó el mensaje del evangelio a su regreso a su hogar y mediante su ministerio fundó la iglesia (1:4; 4:12). Este grupo tal vez se reunía en la casa de Filemón, el cual vivía en Colosas (Col 4:9).

Pablo estaba ahora preso en Roma. Epafras fue a visitarle e informarle que una nueva enseñanza estaba invadiendo la iglesia y causando problemas. Esta herejía hoy se le conoce generalmente como el “gnosticismo”, que procede de la palabra griega gnosis, la cual significa “conocer”. Los gnósticos insistían en “el saber”, o sea, profesaban tener un conocimiento superior de las cosas espirituales. Su doctrina era una extraña mezcla de verdad cristiana, legalismo judío, filosofía griega y misticismo oriental. ¿Le suena conocido? Una versión primitiva de la Nueva Era, donde todo cae bien.

Por un lado, estos herejes enseñaban que toda la materia es mala, incluyendo el cuerpo; y por consiguiente Dios no podía entrar en contacto con la materia. ¿Cómo, entonces, fue creado el mundo? Por una serie de “emanaciones” de Dios, aducían. Y, puesto que Cristo tuvo un cuerpo humano, fue sólo una de estas “emanaciones” y no verdaderamente el Hijo de Dios. A los gnósticos les encantaba usar la palabra “plenitud” y por eso se encuentra que Pablo la usa muchas veces en esta carta. Su doctrina exigía prácticas legalistas (2:16) y estricta disciplina de la carne (ascetismo, 2:18). “¡No toques, no gustes, no manejes!” Era parte de sus reglas. Enseñaban que ciertos días eran santos y que ciertos alimentos eran pecaminosos. El sistema gnóstico tenía una apariencia de espiritualidad, pero sin valor espiritual (Col 2:21–23).


Reflexión

Debido a que esta es una época de pluralismo religioso y sincretismo (esto es, la disolución de la verdad en aras de mantener una expresión ficticia de unidad), la soberanía de Cristo se convierte en algo irrelevante para varios grupos religiosos quienes creen que todas las religiones son buenas. Su preeminencia es negada por otros que hacen del cristianismo un conjunto de creencias tomadas de distintas religiones. Usualmente celebrada como un avance frente al cristianismo apostólico, esta mezcla promete la autorrealización y la libertad sin que sea necesario rendirse a Cristo.

“Jesús es el Señor” constituye la más temprana confesión de la Iglesia. Aún se mantiene como la prueba definitiva del cristianismo auténtico. Ni la Iglesia ni el creyente individual pueden atreverse a negar la deidad de Cristo. En su soberanía descansa su suficiencia. Cristo es el Señor de todo.