JOSUE



Pasaje

Ya te lo he ordenado: ¡Sé fuerte y valiente! ¡No tengas miedo ni te desanimes! Porque el Señor tu Dios te acompañará dondequiera que vayas (1:9)


Oración

Hoy te escucho decir que sea valiente y fuerte. En Ti Señor, todo lo puedo, te alabo y doy gracias por Tú Presencia en mi vida


Declaración

El autor del libro de Josué no puede ser identificado por medio de la Escritura. El uso de los pronombres nosotros y nos en 5:1 y 6 respalda la teoría de que el autor puede haber sido un testigo presencial de algunos de los acontecimientos ocurridos durante este período. Josué 24:26 sugiere que el autor de algunas de las secciones más extensas de este libro fue el mismo Josué. Otros pasajes, sin embargo, no pudieron ser escritos por Josué. Su muerte se recoge en el capítulo final (24:29–32). También se mencionan varios acontecimientos que ocurrieron después de su muerte como por ejemplo la conquista de Hebrón por Caleb (14:6–15). Pasajes paralelos en Jueces confirman que estos acontecimientos ocurrieron tras la muerte de Josué. Lo más probable es que el libro haya sido compuesto en su forma final por un escriba o algún editor, apoyándose en relatos escritos por el propio Josué. La fecha de la muerte de Josué que comúnmente se acepta es aproximadamente el año 1375 a.C. De ahí que el libro abarque el período de la historia israelita que va del año 1400 a.C. al 1375 a.C

Desarrollo

El libro de Josué enseña que el cumplimiento de las promesas que Dios había hecho de bendecir a Israel dependía de la actitud del pueblo. Las promesas de victoria, entrega de la herencia, provisión abundante, paz y reposo, llegarían si el pueblo se mantenía obediente a Dios. La constante meditación en su Palabra y la fidelidad a sus mandamientos son la clave para ser bendecidos y alcanzar la prosperidad (1:8). Casi al final de su libro, Josué llama al pueblo a una vida de obediencia y fe (22:5). Hoy en día, esta certidumbre ofrece un fundamento sólido para nuestro crecimiento y bienaventuranza. Como la bendición sigue a la obediencia, así el castigo sigue a la desobediencia. El pecado de Acán revela que nadie vive exclusivamente su propia vida (cap. 7), porque el pecado de uno afecta las vidas de muchos. Dios odia el pecado y lo castiga con tanta firmeza como bendice al que persevera. Los principios que rigen el bendecir y el maldecir nos dan lecciones útiles en nuestro recorrido hacia la madurez espiritual. La vida y el liderazgo de Josué demuestran que la madurez espiritual no se logra al margen de Dios, sino gracias a una estrecha y responsable relación de dependencia con Él. Para alcanzar la victoria debemos rendirnos a Dios; para guiar a otros, debemos seguirle.