Camino a la Cruz 2019

Día 1 | La Cruz

Día: 1 - Semana: 1 - Autor: Pr. Bernardo Affranchino

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Pasaje

En 1 Corintios 2:2, el apóstol Pablo escribió: Me propuse más bien, estando entre ustedes, no saber de cosa alguna, excepto de Jesucristo, y de éste crucificado.


Oración

Señor abrazo la Cruz. Creo que he recibido en Ti una nueva vida. No ha sido un cambio de ideas, he nacido de nuevo. Hoy confieso mi arrepentimiento por cada momento en que te he ignorado y vuelvo a entregar mi vida a Ti.


Declaración

Hace unos días me crucé con un escrito de The Biblical Evangelist (El evangelista bíblico), de Noviembre de 1991 y me parece que resultará inspirador para éstos de días previos a la Semana Santa.

Desarrollo

LA CRUZ VIEJA Y LA NUEVA

“La nueva cruz no mata al pecador, lo reencausa. Lo

dirige hacia una forma de vida más limpia y feliz,

salvaguardando su amor propio... Al mensaje cristiano

se lo inclina en la dirección de lo que está en boga, a

fin de hacerlo aceptable al público.

Puede que sea sincero el respaldo filosófico de esta manera

de pensar, pero esa sinceridad no cambia el hecho de que

sea falso. Es falso porque es ciego y pierde de vista el verdadero

significado de la cruz.

La cruz vieja es símbolo de muerte. Representa una terminación

abrupta y violenta de la vida del ser humano. En

tiempos romanos, el hombre que iba por el camino llevando

su cruz, ya se había despedido de sus amigos. Ya no

regresaría. No iba rumbo a que le reencausaran su vida. Iba

rumbo a que terminaran con su vida. La cruz no daba lugar

a concesiones, no modificaba ni perdonaba nada.

La cruz mataba por completo y de manera definitiva. No

intentaba mantener buenos términos con la víctima. La

cruz golpeaba cruel y duramente, y cumplía su cometido

terminado con la vida de un ser humano.

La raza adámica está bajo sentencia de muerte, no hay
escape ni conmutación de pena. Dios no puede aprobar
ningún fruto del pecado, no importa cuán inocente o hermoso
este parezca a los ojos de los hombres. Dios rescata
al individuo liquidándolo para volverlo a levantar a una
vida nueva.
Ese evangelio que dibuja paralelas amistosas entre los caminos
de Dios y los caminos del hombre es falsa a la luz
de las Escrituras y cruel para las almas de los que lo oyen.
La fe de Cristo no corre de forma paralela al mundo; sino
que lo corta, lo intercepta. Al venir a Cristo, no llevamos
nuestra vida a un plano superior, la dejamos a los pies de
la cruz.
Nosotros, quienes predicamos el evangelio, no debemos
vernos a nosotros mismos como agentes de relaciones públicas
enviados a establecer buenas relaciones entre Cristo
y el mundo. No debemos creer que fuimos comisionados
para hacer a Cristo aceptable a las grandes empresas, la
prensa, el mundo de los deportes o del entretenimiento
moderno. No somos diplomáticos sino profetas y nuestro
mensaje no es un acomodo o arreglo, es un ultimátum.”