PALABRAS DE VICTORIA

Provisión de paz



Pasaje

Juan 14:27 La paz les dejo; mi paz les doy. Yo no se la doy a ustedes como la da el mundo. No se angustien ni se acobarden.


Oración

Te adoro Señor y pongo en Ti mis expectativas y sueños. Mi vida está a Tus pies, solo en Ti tengo profunda paz para hoy y eternidad para mañana.


Declaración

Cancelo la angustia y el temor porque Tú eres mi escudo. Señor, todo mensaje de inquietud lo rechazo y pongo mis ojos en Ti. Me niego a buscar paz, donde no la hallaré. Tu eres mi paz.

Desarrollo

En Filipenses capítulo 4, el apóstol Pablo, habla de la paz que sobrepasa todo entendimiento, es decir una paz que está por encima de la realidad humana y del estado de las cosas. La paz que podemos encontrar en el mundo, tiene que ver con la tranquilidad. Me refiero que poniendo nuestra vida bajo las reglas de la sociedad, correremos por alcanzar metas materiales, profesionales y personales que, de alcanzarlas, en realidad tampoco llenarán nuestro ser. Siempre tendré presente la charla que tuve hace algunos años, con alguien que hoy es un muy buen amigo. La primera vez que conversé con él, se presentó como alguien realizado económica y profesionalmente, con una linda famiia, lleno de proyectos, pero que no lograba sentirse realmente en paz. El encuentro con Jesucristo, trae la paz que tanto buscaba mi amigo. Fuera de eso, nuestra vida se reducirá a una seguidilla de momentos, que en caso de ser agradables, nos darán satisfacción. Jesús no hablaba de sentirse bien. Hablaba de paz. Nos invita a no acobardarnos en el final del pasaje de hoy, porque realmente entregarle la vida a Jesús y confiar en Su guía, demanda cierta valentía, además de humildad. Cuando salimos a las calles a orar por la gente y les preguntamos cuáles son sus miedos que cosas les hacen flaquear su propia paz, las respuestas se repiten: miedo a perder la salud, temor a perder el trabajo, inseguridad ante lo económico, a tener una desgracia en la familia, miedo al futuro. Una persona que está a punto de morir, generalmente escribe una última voluntad y testamento donde deja sus posesiones a sus seres queridos. Aquí, el Señor Jesús hace precisamente esto. Sin embargo, no legó cosas materiales, sino algo que el dinero no podría comprar: PAZ. Una paz interior de la conciencia que surge de un sentimiento de reconciliación con Dios. Cristo puede darla porque la adquirió en el Calvario con Su propia sangre.